Por José Manuel Beltrán.
Lo que inicialmente
iba a ser un monumento temporal, construido en 1.889 para la Exposición
Universal que se celebraba en París, se ha constituido en uno de los monumentos
más visitados del mundo y símbolo de la Ciudad de la Luz.
Veinte años, tan solo veinte. Ese era, en principio, el
plazo de tiempo que se le pidió a Gustav Eiffel para la durabilidad de su
diseño. Tras dos años, dos meses y cinco días de arduos trabajos la utopía se
convirtió en hazaña tecnológica y arquitectónica. Por suerte, diversos usos
posteriores de la gran torre al ser usada para las primeras transmisiones
radiográficas, como radio militar en 1.903, o ya en 1.925 con frecuencia
pública y posteriormente hasta de televisión, ha hecho perdurar al símbolo de
Francia en el mundo: el Balcón de París.
No es de extrañar su hermanamiento con la estadounidense
Estatua de la Libertad, faro vigilante en la desembocadura del Hudson en New
York. Además de otras importantes obras diseñadas y construidas por Eiffel,
como el viaducto sobre el río Duero, en Oporto, o la estación de Pest
(Budapest) en Hungría, Gustav Eiffel diseñó la estructura metálica que soporta
la Estatua de la Libertad.
Poner el reloj en hora todos los días, cuando al mediodía
resonaba el “Cañón de Mediodía”, cuestión que dejo de realizarse a partir de
1.914; bajar sus escaleras en bicicleta, como lo hizo en 1.923 quien iba a ser
el futuro alcalde de Montmartre para, al llegar al suelo, ser detenido por la
policía; haber sido vendida en 1.925 por el estafador Víctor Lustig, como
chatarra, utilizando papeles falsos con el membrete de París aduciendo que iba
a ser derribada; su nueva antena instalada en 1.957,
para sustituir lo incendiado el 3 de enero de 1.956, hizo que la torre
alcanzase la altura de 320,75
metros; en junio de 1959 celebró la llegada de su
visitante 35 millones; la instalación en 1.965 de un ascensor eléctrico capaz
de subir a 110 personas a la vez; el 9 de setiembre de 1.983, a las 10,30 horas,
realiza su entrada el visitante 100 millones; el 31 de diciembre de 1,985, se
inaugura un nuevo alumbrado con 352 proyectores de luz; descender a pie, en un
cable inclinado, los 700
metros que separan la segunda planta del Trocadero,
sobre el Sena, lo hizo el funambulista francés Philippe Petit, en 1.989; el 30
de agosto de 1.993, se recibe a la visitante 150 millones; todo esto forma parte
de la historia de la torre; esa que, durante los primeros cinco minutos de cada
hora, nos deleita con un maravilloso espectáculo de luces, siempre diferentes.
Su primera plataforma se encuentra a 57 metros de altitud.
Allí se encuentra uno de los dos restaurantes con los que cuenta la Torre, el
58; la tienda de regalos; el Cineiffel, donde se cuenta la historia de la Torre
proyectada sobre las paredes; mesas panorámicas explicativas de su construcción
y un trozo de la primigenia escalera de caracol por la que el arquitecto subía
hasta la cima, donde tenía instalado su despacho.
Es en la segunda planta donde nos encontraremos en el
Balcón de París. Alrededor de sus 360º, las vistas son excepcionales. Otro
restaurante, el Jules Verne, además de un bufet, tienda de regalos y más
vitrinas explicativas conforman este espacio. Estamos a 125 metros sobre el
suelo, dominando esta preciosa ciudad. Un total de 724 escalones, si te has
atrevido a subir por su escalera, para poder presenciar en casi un solo vistazo
El Louvre y su pirámide, la Catedral de Nôtre Dame, el Arco del Triunfo e
incluso, en los días despejados, hasta el Palacio de Versalles.
Descuida, ya no tendrás que subir más escalones. La cima o
“sommêt” es la última parada, pero hasta aquí solo podrás subir en ascensor
para poder brindar con champagne en el bar habilitado (eso sí, la copa va desde
los 12 a
los 21€), o ver la pequeña oficina de Gustav Eiffel. Lo mejor, de nuevo y sin
duda, unas vistas excepcionales con el Champ de Mars (Campo de Marte) y la
explanada del Trocadero a sus pies. Estamos casi a 300 metros de altura (324 metros, si se
incluyen las antenas); 1.665 escalones nos separan de la base; estamos en el
símbolo de París.
Abierta todos los días del año, con un amplio horario que
va desde las 9,00 hasta la medianoche (15 de junio a 1 setiembre) y de 9,30 a 23,30h. en el resto
del año, puedes optar por subir en ascensor (incluso hasta la “sommêt” si la
condición climatológica lo permite) o cubrir el tramo de subida, solo hasta la
segunda planta, por sus escaleras.
Si no dispones de tu entrada previamente sacada por
Internet, cuestión que recomiendo, serán largas horas las que deberás aguardar
para optar a la subida. Además, bajo este sistema te garantizas no solo el día
elegido sino además la hora exacta. Busca más información sobre este apartado
visitando su página web. Es más, desde aquí te podrás descargar una
aplicación de AppStore o Google Play en lo que viene a ser una estupenda
audioguía, bien es cierto que de momento solo en francés e inglés. Ahh,
importante, si no has realizado previamente la descarga en la misma torre
tendrás acceso a una red wifi propia.
¿Cómo llegar?. Bueno, no hay ninguna pérdida. La Torre
Eiffel es casi visible desde cualquier lugar de París; así que ya sabes: en
línea recta. Bueno, dejando las bromas lo mejor es que accedas a este enlace y
así no te pierdes, de la misma forma que no te puedes perder su espectáculo de
luz cuando un total de 20.000 bombillas la iluminan.
¡Que más decirte,
ciudadano!. París y su torre te dejará con la boca abierta, así que solo me
queda desearte, como siempre, SALUD ciudadano viajero.
Preciosa la ciudad.
ResponderEliminarEfectivamente Paco; un servidor, en París, se siente como en casa simplemente..... paseando...
ResponderEliminarGracias por tu comentario, ciudadano...
Genial, cuando fui, eran los 100 años, ahora me he dado cuenta, que han pasado 25 años, sera cuestión de repetir!!
ResponderEliminarEl jueves nos vamos a China!!
Saludos!
París que hermosa ciudad. Hace años que la visitamos y deseamos volver y otra vez subir a este símbolo maravilloso de la ciudad.
ResponderEliminarSaludos.
Hola malu2,
ResponderEliminarCreo que ya va siendo hora de repetir ehhh; aunque claro, ahora lo inmediato es China y yo que me alegro ciudadana viajera... Gracias por tu aportación..
Hola, cincuentones...
ResponderEliminarEs difícil resistirse, una vez allí, en París, a no subir a la torre. Las vistas son impresionantes y el atardecer una maravilla. Gracias por tu comentario, ciudadano viajero...
Paris bien vale una misa y por supuesto ver de cerca la "Dama Grande" es un lujo. Gracias por recordarnos los 125 años de la Torre Eiffel. Besitos ciudadano parisino.
ResponderEliminarHola Nuria,
ResponderEliminarParís, como tu bien dices recordando el aserto popular, vale más de una misa.... Por eso y más cosas me fascina esa ciudad...
gracias por tu aportación...
Dentro de poco visitaré la ciudad y espero que sea tan especial como lo he leído!!! estoy muy emocionada!! gracias por compartir información y hacernos viajar antes de tiempo!!!
ResponderEliminarHola, Casa Rural.....
ResponderEliminarEstoy convencido que no te va a defraudar; eso es imposible en París... Gracias por tu amable comentario; reconforta leer "hacernos viajar antes de tiempo"
Salud, ciudadana viajera...