Se encuentra próximo el equinoccio de marzo, al
igual que ocurrirá con el de setiembre. Será entonces cuando un maravilloso
efecto óptico, por perfecto, haga descender de una de las laderas de la
pirámide a la serpiente de Kukulcán. El espectáculo está servido.
En
el estado de Yucatán, México, a 115 kilómetros al este de la ciudad de Mérida y
otros tantos de la conocida Cancún, se encuentra el mayor conjunto monumental
de la cultura maya en México y que se extiende por más de 20 kilómetros
cuadrados: Chichén Itzá.
“La boca o entrada al pozo de los itzáes (brujos del agua)”. Este es el significado del
nombre de la ciudad y donde Kukulcán, el dios de la cultura maya adaptado del
de la tolteca, Quetzalcóatl, preside el complejo desde la que fue considerada
una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo Moderno: El Templo de Kukulcán, la
pirámide Chichén Itzá o, bajo su denominación popular, el Castillo.
Toda
la ciudad sagrada gira en torno a la gran plaza o meseta donde se ubica el
Castillo. Tuvimos la fortuna, aunque de esto hace ya muchos años, de poder
ascender los 91 escalones con los que cuenta cada una de sus laderas; 91x4,
hacen un total de 364 que, añadiéndole el último escalón que nos da entrada a
lo que es el templo en sí, hacen un total de 365, igual a los días de un año
del calendario solar. Digo fortuna porque, al poco tiempo y por motivos de
conservación, se prohibió la ascensión a los turistas, y así sigue actualmente.
Desde
la cima, a 24 metros
de altura, la sensación “de poder” es absoluta. Puedes observar todo el
conjunto, rodeado de espesa vegetación por kilómetros y kilómetros. Reconozco
que mi descenso no fue nada fácil. Padezco de vértigo y, allí arriba, aunque
disfruté, cuando llegó la hora de bajar mi mente bloqueó a mi cuerpo, que decía
NO. Sentado, arrastrando mis posaderas por cada uno de los peldaños, y con la
ayuda una doctora –que por suerte allí arriba se encontraba- llegué a tocar la
zona de los súbditos. Estaba claro que Kukulcán no me había dejado usurpar su
lugar.
La ciudad fortificada y sus edificaciones más
importantes.
Rodeado
de una gran muralla, el conjunto cuenta con edificaciones emblemáticas y de
gran valor artístico. En el Observatorio o también llamado Caracol, la Gran
Plaza de Las Monjas, la Plataforma del Osario, la Casa Colorada, la Iglesia, el
Templo de los Guerreros, o el Patio de las Mil Columnas se pueden apreciar
inscripciones jeroglíficas, en lenguaje maya-yucateco, que hacen siempre
referencia a un gobernante llamado Kak´upakal, el cual significa de fuego es
su escudo.
Foto: Fuente Wikipedia |
Después de la Plataforma de Venus, la calzada nos
conduce al Cenote de los Sacrificios.
Con
60 metros
de diámetro y con paredes de 28
metros, de los que 13 están sumergidos, en este gran
depósito se realizaban ofrendas al dios Chaac, el señor de las lluvias.
Artículos de todo tipo de cerámica, metal e incluso madera, objetos valiosos que
formaban parte de las ceremonias. Incluso, se llega a decir, sacrificios
humanos pues se han encontrado esqueletos en la profundidad de sus aguas. Quien
por cuestión poco causal, sobreviviera escalando los muros, después de haber
hablado con los dioses de la lluvia, era considerado como otro dios y amparado
en otro status social: el del sacerdote. Uno observa el cenote, hoy en día, y
celebra sentirse plebeyo sin que sea necesario hablar con los dioses de la
lluvia.
Sobre
una base cuadrada de 55
metros de lado, yergue hacia las alturas un grandioso
monumento y perfecto, en cuanto a su construcción, en medio de una gran explanada.
Realmente se le puede catalogar como un mausoleo, dada la gran cantidad de
tumbas halladas. Construido en honor a Kukulcán, otros historiadores piensan
que su edificación estaba destinada a adorar al Sol.
En
la parte baja de la escalera principal, en la cara norte, y en ambas
balaustradas de piedra se sitúan dos grandes cabezas de serpiente augurando lo
que resulta será un fenómeno único en el mundo.
El simbólico descenso de la serpiente de Kukulcán.
Son
las sombras de las esquinas de las plataformas superpuestas del lado norte las
que se proyectan de arriba abajo, formando siete triángulos isósceles y asemejando
el cuerpo ondulante de una serpiente. Tuvimos la fortuna de presenciarlo; yo,
que antes había osado interrumpir el descanso de Kukulkán, me encontraba en
tierra junto a miles de súbditos. Ahora era él, demostrando su poderío, quien
bajaba a tierra para anunciar la época de lluvias.
Por
aquellos años no disponía de máquina de video, ni de cámaras digitales. Me ha
costado mucho, y me disculpo por la mala calidad, rescatar las fotografías
personales que os muestro; otra, que se menciona, está sacada de la red, al
igual que este fantástico video que seguro os encantará. A mí solo me queda
seguir respetando a Kukulkán y, por supuesto, desearos: SALUD, ciudadanos
viajeros.
!! Guauuuu !! Vaya rescate, !Cómo pasa el tiempo!. Esta maravilla hecha por el hombre cuya cultura aunque cruel en alguna faceta por sus sacrificios, también poseía un toque genial de sabiduría. Esta obra no fue hecha al azar, no puede ser, denota unos conocimientos matemáticos astronómicos increíbles. Aún hoy no se conoce de forma plena la cultura Maya pero nos han dejado parte de su patrimonio. Una verdadera joya. Gracias ciudadano viajero por recordarla...Besito
ResponderEliminarMágico ¡verdad! Nuria...
ResponderEliminarHace tiempo de ese viaje, y otros muchos que quedan por publicar, pero sinceramente creo que el artículo y el lugar merecen tener un hueco especial en este blog.
Excelente comentario, ciudadana viajera..
Cuando yo fui ya no se podía subir arriba de la pirámide.
ResponderEliminarEs una lástima que no pudieses disfrutar de esas vistas, Pilar, además de la experiencia. Pánico me dio a mi el bajar ya que sufro de vértigo pero, si hay que repetirlo, no dudes que lo haría de nuevo. Gracias por tu comentario...
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