

por José Manuel Beltrán.
Un paseo por el peculiar barrio de Landstrasse y la visita a la iglesia de Karlskirche nos mostrarán dos conceptos antagónicos del arte y la belleza.
Pasear hoy en día por la vieja ciudad imperial, visitar no
tan solo sus clásicos museos sino también otros que apuestan firmemente por
opciones artísticas más rompedoras; observar como su abundante arquitectura
barroca se entrelaza con la contemporánea y disfrutar del despertar de sus
calles, sobre todo cuando cae la noche, nos hace pensar que Viena se ha
reinventado.
En su pequeña plaza, generalmente abarrotada de turistas,
si podemos visitar un pequeñito centro comercial decorado con el mismo estilo:
el Hundertwasser Village.
También podemos visitar, en Untere Weissgerberstrasse núm.
13, el Museo dedicado al artista. El edificio, de la misma singularidad que los
anteriores, está compuesto por azulejos, cristal, madera, metal y, por supuesto
ladrillos. Mantiene una colección permanente y, en otras dos plantas, las
temporales. Los comienzos del artista parece que no fueron fáciles; no me
extraña, al igual que te pueda ocurrir a ti. Lo que no me cabe ninguna duda es
que, primero, para juzgar hay que conocer y Landstrasse se merece una visita.
Karlskirche: la iglesia dedicada a
San Carlos Borromeo.
La belleza del
clasicismo barroco de Karlskirche es un contrapunto perfecto al arte del
Landstrasse.

Mandada construir por Carlos VI, en 1.716, fue diseñada por Johann Fischer y, a su muerte, terminada por su hijo Joseph Fischer en 1.723. Observando su fachada central bien podríamos decir que estamos ante un templo griego.
Sin embargo, nada más traspasar su umbral, nos asombrarán
los bellos frescos pintados en los 1.256 m2 de su cúpula, por Johann MichaelRottmayr. No te extrañe observar como una inmensa torre metálica, de 32,5 metros de altura,
se instala en su interior. Toma su ascensor y elévate hasta su cúpula para
poder observar con minuciosidad, al alcance de la palma de tu mano, cualquier
tipo de detalle de sus frescos que vienen a representar escenas de la vida de
San Carlos Borromeo. Te puedo decir que es ¡impresionante!.
Por hoy dejamos esta bella ciudad, aún cuando nos queden
muchos más capítulos para realizar más paradas, para describirla, para
descubrirla y para seguir apasionándonos con ella; eso sí, no sin antes
desearos, como siempre, ¡Salud, ciudadanos viajeros!.
Estos rincones de Viena merecen una visita que yo particularmente disfruté muchísimo. Gracias por contarlo mi ciudadano viajero.
ResponderEliminarNo he estado en Viena pero ésta que nos muestras es la menos conocida y no por ello la menos interesante, a ver si me animo y voy, la tarta Sacher me vuelve loca, je je. Un saludo.
ResponderEliminarUn ejemplo maravilloso de como pueden evolucionar las ciudades. Viena clásica y Viena actual fantástico binomio
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