por José Manuel Beltrán.
El clima moderado de la costa del Pacífico hace de Vancouver, tercera ciudad en importancia de Canadá, un destino imprescindible en la visita a este gran país.
La ciudad en sí conforma un maravilloso mosaico donde se
entremezclan culturas y población de todo el mundo, con unas vistas increíbles.
Desde sus alrededores, bien sea desde el Monte Capilano o desde el cercano
parque Stanley, con una extensión casi igual a la de la propia ciudad,
obtendremos una visión de Vancouver que quedará en nuestras retinas para
siempre.
Tiempo tendremos, en otros artículos, para pasear y
descubrir Vancouver.
Ahora, y como punto de inicio de sus alrededores, nos
encaminaremos a un lugar donde podremos apreciar la ciudad a vista de pájaro, y
atravesaremos un longevo puente que data de 1.889, aunque por motivos de
seguridad fue totalmente restaurado en 1.956, y que es el que podemos ver en la
actualidad.
Dejamos Vancouver para encaminarnos a la orilla norte de la ciudad atravesando el Lion’s Gate; un puente colgante de 1.823 metros de longitud en dirección a Grouse Mountain.
Las condiciones climatológicas, y las sugerencias de nuestro guía (en este caso privado, por medio de www.lionesstours.com ) nos hizo decidir abordar en primer lugar la visita a Grouse Mountain, por medio del Skyride. Es este un funicular que te eleva a 1.200 metros de altitud y donde desde su mirador, y con una buena taza de café o chocolate, disfrutarás de unas vistas envidiables.
Independientemente de su Centro de Interpretación, siempre
interesante, nuestra idea era la de disfrutar de la naturaleza y, sobre todo,
poder ver de cerca de los osos grizzly. A pesar de ser pleno verano, la montaña
contaba con una espesa capa de nieve; motivo por el cual es aconsejable ir bien
abrigado. A fuer de ser sinceros (aún cuando por otro lado me alegro) solo
pudimos ver a dos grizzly, en plena siesta, en un amplio apartado vallado;
luego nos explicaron que se creó este refugio para ellos al ser dos osos
huérfanos. Lo mismo ocurre con otro de los refugios, el de dos lobos grises,
nacidos y criados en cautividad, participantes en películas y que ahora
disfrutan de su retiro natural y protegido, pues sería imposible dejarlos en
total libertad por su inadaptación al medio.
Los senderos y caminos, algunos asfaltados, te permiten
dar un amplio paseo por la montaña y disfrutar de la naturaleza ya que, como
hemos dicho, subimos en el Skyride. Sin embargo es posible acceder a la cima a
pie, aunque para ello debes tener en cuenta que deberás estar en buena forma
física para aguantar, por lo menos dos horas, un desnivel de 900 mts. por un
sendero de unos 3 km.
¡Tú decides!. La montaña tiene sus propias características y eres tu quien debe
adaptarse a ella. El tiempo empezó a empeorar, lo que nos impidió ver de forma
clara el cercano Monte Baker, así que la decisión fue fácil: tomar de nuevo el
teleférico y dirigirnos hacia…
El Puente Capilano (Kapilano Bridge).
Cuando George Grant Mackay, allá por 1.889, adquirió los
terrenos del otro lado del río Capilano y construyó el puente junto con una
pequeña cabaña de madera, seguro que no se imaginaría que se convertiría en una
de las principales atracciones de Vancouver, atrayendo a miles de visitantes.
Atravesar sus 137 metros de longitud, suspendido a más de 70 metros sobre el cauce
del río, su estrechez, a pesar de las barandillas de seguridad instaladas, no
evitarán que se balancee al paso de los visitantes. El temblor de piernas, la
adrenalina y la sensación de vértigo está asegurada (quizás yo exagere un poco
dado mi vértigo, pero eso sí: lo atravesé, a pesar de las risas de mi ciudadana
favorita.
Al otro lado del río, cuya visión desde lo alto es impresionante, se nos abren caminos en los que de nuevo tendremos que atravesar pequeños puentes por encima de los árboles y entre sus copas. Esta denominada “atracción”, el Treetops, se inicia desde una casa-árbol y te hace sentir como si fueses Tarzán, pero sin lianas. Existe vigilancia en todo el recorrido, sobre todo para que los visitantes colaboremos en la conservación de esta maravilla de la naturaleza así como recorridos guiados.
Al final del recorrido, y sin necesidad de volver a atravesar el puente principal, queda disfrutar de una nueva experiencia. El Cliffwalk, son unas pasarelas suspendidas en el lado oeste del cañón, totalmente cristalinas y que al andar te hacen sentir como si estuvieses posando tus pies sobre el vacío. Ancladas sobre el granito del acantilado, en tan solo 16 puntos, vuelves a sentir como la adrenalina se apodera de tu cuerpo.
Por último, bien a la entrada o en la salida final, el
Parque de los Totem es una buena oportunidad de conocer, mediante las
inscripciones en cada uno de ellos, parte de la historia de los First Nations
(los indios originarios de la zona a los que se invitó, en 1.930, a traer los tótems para
mostrarlos a todo el mundo).
Después de tan intensa jornada nuestros delicados cuerpos
necesitaban parada en el hotel, y por supuesto fonda que hicimos en Joe Fortes
Restaurant. Pero eso y más, ciudadanos, será tema de nuevos artículos eso sí,
siempre con salud.
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de interés:
En cuestión de minutos y en cualquier época del año puedes tocar la nieve, ver paisajes únicos y conocer la historia de culturas que aunque ya casi olvidadas un día marcaron un país como Cánada. Mientrás lo leía me entraban ganas de volver... besitos ciudadano viajero
ResponderEliminarQué envidia me das! Es uno de mis destinos más deseados. He estado mirando la costa este o la oeste y he llegado a la conclusión que cuando lo haga alquilaré un coche en Seattle y recorreré esa zona de Canadá entrando por Vancouver. Ese bosque de totems aunque muy turístico es una escursión muy maja.
ResponderEliminarSaludos.
Esa idea que mencionas, Ulises, es fantástica. El alquiler de coche allí, o incluso de caravana mejor, te da un aporte de total libertad y, créeme son muchos los lugares donde poder llegar.
EliminarGracias por tu comentario...