La magia, el colorido de las luces y
el olor a castañas, chocolate y churros inundan las principales plazas de
Madrid en estos días. Llega la Navidad y por ende sus tradicionales
mercadillos.
Será
por el transcurso de los años pero, cada vez que me he trasladado a Madrid, mi
ciudad natal, siempre me sale la misma frase: “este no es mi Madrid, que me lo
han cambiado”. Es la
consecuencia lógica del desarrollo de una gran ciudad, villa y corte, máxime
cuando me alejé físicamente de ella hace ya casi cuarenta años. Sin embargo hay
cosas que, por muy transcurrir de los tiempos, nunca fallan; están ahí con la
misma esencia de antaño y eso es lo que le ocurre al principal Mercado de Navidad de Madrid, el de la
Plaza Mayor.