“El Molar, el buen yantar”, dice el lema de
la villa y a fe que se consigue recorriendo sus famosas cuevas.
El conjunto histórico artístico tradicional que
constituyen las Cuevas de El Molar es algo que, me atrevo ya a afirmar, es
desconocido por una buena parte de los madrileños a pesar de encontrarse a una
pequeña distancia de Madrid capital: 42 kilómetros, saliendo por la A-1,
dirección Burgos.
Su nombre se deriva de Muela, al estar enclavada
entre cerros, el de la Torreta y de la Atalaya, y viene a representarse como un
mojón entre sierra y llano que da paso a la sierra madrileña, la de Guadarrama.
Este bello paraje ofrece todas las peculiaridades de la sierra, la campiña y la
vega, gracias a su localización al oeste de la cuenca del Jarama y al este del
río Guadalix. Lamentablemente, los restos del balneario que acogía al manantial
de aguas nitro-sulfurosas, llamado de la Fuente del Toro, así como la cueva
artificial donde se hallaba son propiedad privada y no visitables.