Enterrado en la
arena durante siglos y a punto de ser tragado por las aguas por la construcción
de la gran presa de Asuán. El Tesoro de los Faraones, sigue en pie.
En ocasiones el destino nos ofrece paradojas difíciles de
entender. Los veinte años que se tardó en construir este majestuoso templo,
allá por el 1284 aC.,
no son nada comparado con el tiempo que ha permanecido enterrado en la arena
durante siglos. Mandado construir por Ramsés II, en realidad son dos templos,
excavados en la roca. Uno de ellos, dedicado al propio faraón, como Dios del
Sol. El otro, dedicado a su primera esposa y preferida, Nefertari.
Fue gracias al suizo Nurkhard cuando, en 1.813, los
templos se descubren parcialmente. Cuatro años más tarde, el italiano y también
explorador, Giovanni Belzoni, saca a la luz el resto del complejo.