“La esencia se suele
encontrar en frascos pequeños”. La consabida frase, que a ciencia cierta no
sabría decir a quien corresponde, tiende en muchos casos a ser totalmente
verídica y, por supuesto, en el caso de los cruceros no habría de ser menos.
Uno de los primeros
atractivos de nuestro viaje en crucero, bien sea el primero –que tiene más
razón de ser- o incluso en el caso de los más veteranos, es la
agradable visión
de nuestro gran barco. Me atrevería a decir que cuando nos acercamos a puerto
todos…, todos, buscamos con la vista donde está y cual es nuestro barco. Si
algún otro estuviera al lado también atracado, la comparativa es inmediata. “El
nuestro es más grande”, “Fíjate, una, dos, tres, … hasta 12 cubiertas”, “¡Que
pasada!”. Ya os digo yo, a buen seguro, que esto no ocurriría en el caso de un
crucero fluvial, por lo menos con la misma intensidad.
El río Guadalquivir,
el Danubio, el Sena, el Volga, el Rhin, el Elba, el Tajo, el Duero, el Yangtzé….
todos ellos son ríos navegables. Allí, atracado en sus mansas aguas, mucho más
cerca del corazón de la ciudad, sin grandes colas –más bien ninguna- para
realizar el cheking-, sin necesidad de esperar para entrar en tu camarote, y a
la vista de tu temporal y más reducida familia de viaje –que reconocerás más
fácilmente- se encuentra un barco mucho más estrecho, menos largo, de tan solo
4 cubiertas, pero que como primera impresión te resulta más familiar.
Por regla general en
su interior –evidentemente en espacio más reducido- encontrarás los mismos servicios;
los camarotes serán todos exteriores; no tendrás que soportar colas para pedir
tu copa; el mareo ¿qué es eso?; la comida fantástica (no es lo mismo cocinar
para 150/200 personas que para 2000/3000); también existen espectáculos y, ¡no
te preocupes!, nadie se despistará en el barco para encontrar la proa o la
popa.
Olvídate de la aglomeración de pasajeros y de las colas. El crucero fluvial te permite disfrutar al máximo en un ambiente más relajado
París, Amberes,
Sevilla, Oporto, Bruselas, Amsterdam, Rotterdam, Viena, Bratislava, Budapest,
Lyon, Burdeos, Avignon, Gante, Colonia, Coblenza, Moscú, San Petersburgo, Chongquin,
Wuhan…. y muchas más son las ciudades que puedes visitar, sabedor que
finalizado su recorrido no te espera una simple de habitación de hotel porque,
recuerda, estás en un barco de cruceros.
El Amazonas, el río Negro, el Nilo, el Yangtzé, en China te están esperando para conocerte. Comprobarás, después de tu experiencia, que los cruceros fluviales no se merecen la interrogante del título de mi artículo porque, en absoluto, son de segunda categoría. Atrévete a realizar parada y fonda en un crucero fluvial y, conocedor que tu opinión siempre es la más importante, a la vuelta nos cuentas la experiencia. Eso si, desde aquí siempre te desearemos que los disfrutes con SALUD, ciudadano viajero.
!De segunda! En absoluto. Pueden resultar incluso mas placenteros que los marítimos. Besitos ciudadano viajero
ResponderEliminarLa ventaja de estos cruceros es que si te quedas en tierra por haberte despistado en una excursión puedes seguir el curso del río y aparecer en la siguiente parada.
ResponderEliminarMe parecen muy interesantes estos cruceros.
Hola Nuria,
ResponderEliminarPlacenteros, por supuesto. Mucho más tranquilos y "diferentes" a los grandes barcos. Besitos, ciudadana viajera.
Hola Ulises,
ResponderEliminarMira, esa es otra ventaja añadida, es verdad; aunque siempre es aconsejable no perderlo jajaja Gracias por comentar, ciudadano viajero.
Son unos cruceros magníficos y los disfrutas un montón jejeje! Además como dices la aglomeración es mucho menor y por tanto más cómodo jejeje! Un abrazo (Pedro)
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