Texto y fotos por
©José Manuel Beltrán.
Las aguas del
aledaño río Yamuna, así como los estanques que preceden al edificio, reflejan
la silueta del impoluto mármol blanco del Taj Mahal recreando la fantasía del
paraíso.
Cuando uno viaja a la India, máxime si es su primera vez, una de las imágenes que ya lleva grabada en la retina es la considerada una de las 7 Maravillas del Mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La silueta del monumento “hecho por amor” se divisa desde buena parte de la ciudad; su visión más cercana, con el cambio de luz a lo largo del día, te causa emociones más allá de la majestuosidad del entorno.
La
historia comienza allá por el 1.607. Según cuenta la leyenda el desencadenante
fue un collar de diamantes valorado en 10.000 rupias que la princesa Arjuman Banu Begum –más
conocida como Mumtaz Mahal- se
probaba en uno de los bazares de Agra,
casi comparable en su belleza a la de la propia princesa.
Ella tan solo contaba con quince años. El entonces príncipe Yurram, posteriormente emperador Shah Jahan, no dudó en regalárselo prendado de la misma. Comenzaba así una historia de amor que después de 5 años terminó en boda real y ello a pesar de no volver a verse en todo ese tiempo.
A
pesar de ser su cuarta esposa, fue declarada “la favorita”. Cuentan
los historiadores que fueron 19 años de feliz matrimonio; truncados de forma
trágica al fallecer, la ya emperatriz, en el momento del alumbramiento de su catorceava
hija. Sobre ese lecho de muerte y dolor suplicó al emperador sus últimas
voluntades: “Constrúyeme una tumba; toma
una nueva esposa, más cuida de mis hijos y visítame cada año el mismo día que
yo fallezca”.
Un impresionante conjunto arquitectónico mogol con estilo musulmán, combinado con elementos de la India y Persia, donde la luz nos muestra diferentes escenas.
Veintidós
años, desde 1631 hasta 1653, tardó en construirse este maravilloso complejo, si
bien el mausoleo principal ya estaba construido en 1.648. Y hablamos de
complejo porque el Taj Mahal es un conjunto de estructuras, jardines y fuentes
de maravillosa simetría, donde destaca sobremanera la cúpula y el mármol blanco
de su edificio estrella, proveniente de Makrana
en Rajastán.
“Levantaré un
monumento a la altura de tu belleza”, le prometió Shah Jahan a su amada esposa, la emperatriz
Mumtaz Mahal.
Una mano de obra compuesta de 20.000 trabajadores procedentes del norte de la India, escultores de Bukhara, artistas mogoles de Baluchistán que tallaban flores en el mármol; calígrafos de Siria y Persia, incrustadores del sur de la India y especialistas en la construcción de torres y minaretes. Fijémonos en un detalle sobre estas últimas: no están rectas; de casi
Jilaukhana,
preámbulo de la entrada al complejo.
Tres
son las puertas que te encaminan a la Jilaukhana
(entrada o patio principal). La Fatehabadi
y la Fatehpuri Darwaza (este y oeste), ambas iguales, son las que más
utilizamos los turistas. La puerta sur, Sidhi
Darwaza, tiene en su fachada un diseño un tanto más alargado que las otras
puertas. Sin embargo, ya dentro del complejo, la puerta de verdad dominante es
la Darwaza-i-Rauza, la puerta
grande.
Algunos
piensan que se asemeja a los arcos de triunfo romanos (personalmente no lo
creo), la verdad es que su diseño tiene su origen en la arquitectura propia del
Sultanato de Delhi. En una especie
de galería superior, que conforma su gran arco, se aprecian 22 pequeñas cúpulas; se dice que es un símbolo a los 22 años
que tardó en construirse todo el complejo.
“Bienvenido al
paraíso sobre la tierra”.
Esa
es la inscripción que figura sobre la fachada de la puerta principal. Nada más
atravesarla, te confirmo que es así, la visión desde la oscuridad del pórtico
hace resaltar la belleza del Taj Mahal, mostrándose un inmenso y geométricamente
perfecto jardín con estanques y fuentes.
Es el momento de buscar la perspectiva correcta para las fotos ¡por favor, cualquiera es buena!, de sentarse en un banco e imbricar tu cuerpo con la clásica espiritualidad hindú. Estás contemplando una Maravilla del Mundo; es imposible dejar de mirar ese mármol resplandeciente; ver en el estanque su imagen reflejada sobre el agua a lo largo de un canal, custodiado a ambos lados por una fila de cipreses; es imposible no sentirse como en el paraíso.
Así lo explicaba Kalim, poeta mogol, comparándolo con una nube de la madrugada: “Se
trata de una pieza del cielo del color del rostro brillante del amanecer”
Nos adentramos en el
mausoleo.
En
este caso no fue necesario descalzarnos, como es obligado en la mayoría de los
templos de la India, sin embargo si tuvimos que cubrir nuestros pies con unos
patucos de plástico. No está permitido
usar las cámaras fotográficas o de video, cuestión que respetamos aunque
algunos nativos no hacían lo mismo con sus teléfonos móviles y ese es el motivo
que una de las fotografías que aquí se exponen haya sido tomada de la red
(siempre respetando los derechos de autor).
La
tumba, dentro de esta cámara principal, contiene los sarcófagos falsos de
Mumtaz Shal y Shah Jahan; los reales se encuentran en el nivel inferior con
inscripciones incrustadas del Corán. Alineados en el eje norte-sur, con sus
cabezas hacia el norte, los cuerpos están de costado y sus rostros mirando al
oeste, donde está La Meca.
El
gran salón de la cámara, en un perfecto octógono (número que representa el
paraíso) y la cúpula exterior conforman el núcleo del edificio. Es tal la
perfección, como así pudimos comprobar, que a pesar del gentío y el
consiguiente ruido el eco que se
transmite es uno de los más largos del mundo.
Foto de www.jdiezamal.com |
La elegancia de sus cúpulas. La interna y la externa.
No
cabe ninguna duda que debemos sentir satisfacción por el gran trabajo realizado
por el turco Ismail Afandi, arquitecto
y diseñador de las dos cúpulas principales del mausoleo. Y bien digo dos pues
una, la exterior, está construida sobre la base de la interior. Esta última se eleva hasta los 24,35 metros mientras que la exterior, y más visual, alcanza los 44,4 metros de altura.
Poco
se habla de los chhatris del Taj Mahal, como de buena parte de los palacios y
fuertes de la India. Si nos fijamos, en las esquinas de la base de la cúpula
exterior, al igual que sobre los minaretes, aparecen otras estructuras en forma
de paraguas (el término chhatri,
significa sombrilla o toldo) típicas de la arquitectura hindú y de la zona
del Rajastán. Identifican los lugares, generalmente de cremación, de la nobleza
y la realeza.
La terraza exterior
y los edificios aledaños.
Todo
el mausoleo se asienta sobre un enorme pedestal de mármol decorado con
relieves, generalmente de plantas y flores. Sobre esta base marmórea una nueva
plataforma cuadrada (Takhtgah) da cobijo a la tumba. Es,
sobre sus esquinas, donde se levantan los cuatro minaretes.
La Chabutra es el nombre que se le da a la gran terraza frente al río, siendo esta la parte del complejo que primero se construyó. Del otro lado del río, en el Mehtab Bagh y al atardecer, la visión del Taj Mahal vuelve a sorprendernos.
Dos
edificaciones, idénticas y simétricas, se alzan a ambos lados del edificio
principal. La Mezquita, en el lado
izquierdo si lo vemos desde el jardín, con los contornos dibujados sobre el
suelo de su mármol negro de 569 alfombras para la oración. En
el lado opuesto, la Mihman Khana, o casa de huéspedes, para el acomodo de los
visitantes en cada uno de los aniversarios de la muerte de Mumtaz.
El Taj Mahal negro. La
controvertida decisión de Shah Jahan.
La
desolación por la muerte de su amada Mumtaz llevó a Shah Jahan a encerrarse en
palacio durante un año, sin ingerir alimentos en ocho días. Solo deseaba la
muerte pues ya nada más podía esperar de esta vida sin su “elegida del palacio”.
Como
expresión de su luto y dolor quería construir, todo en mármol negro y enfrente
del mausoleo actual, en lo que hoy son los jardines de Mehtab Bagh, el Negro Taj Mahal. Esta decisión, además
de la dejación de funciones por el estado en el que se encontraba, terminó por
ahondar las graves diferencias con su hijo Aurangzeb,
su sucesor, quien terminó por apartarle, bajo arresto, en el Fuerte de Agra. Desde allí, recostado
en su cama y a través de un diamante incrustado en la pared, pudo seguir
contemplando la bella obra levantada en honor a su esposa hasta que, tras ocho
años y una larga enfermedad, falleció.
Fue entonces cuando su hijo decidió que el cuerpo de su padre, el emperador Shah Jahan, merecía estar en el mismo mausoleo en el que reposaban los restos de su amada esposa.
Paz,
amor, luminosidad, tranquilidad de espíritu, satisfacción y admiración; muchos
más podrían ser los apelativos para inducirte a visitar esta Maravilla de Mundo
situada en Agra, a 209 km . al sur de Delhi y
encuadrada en lo que se denomina el Triángulo de Oro. No se si a través de este
texto he sido capaz de incentivarte a este viaje; a recordar, si ya lo has
hecho, emociones vividas. Lo que si te garantizo es que no saldrás
insatisfecho; lo que si te deseo, como siempre, es SALUD, ciudadano viajero.
Magnífico relato...
ResponderEliminarGracias, Héctor...me alegra que te haya gustado.
EliminarEs una de estas bellezas indiscutibles. A veces, al visitar sitios de este tipo tienes miedo a la decepción. No es el caso del Taj Mahal, desde luego. Precioso relato!
ResponderEliminarLlevas razón, Jordi. Muchas veces viajamos a lugares con ideas ya preconcebidas de lo que vamos a ver (siempre es un error, en mi opinión). El viaje consiste en dejarse llevar; abrir tu mente tan rápido como puedas; adaptarte o intentar comprender y aprender de lo que allí estás viviendo. Créeme, el Taj Mahal cumple con todos estos deseos.
EliminarGracias por tu comentario, ciudadano.
Realmente un relato magnifico.
ResponderEliminarGracias, Horacio. Tú y yo lo vivimos y disfrutamos juntos; en primera persona. Difícil se hacía trasladar los sentimientos; lo he intentado y me agrada que te haya gustado. Ojalá nos veamos pronto de nuevo, un abrazo
EliminarEste precioso relato nos ha hecho recordar la impresión que sentimos al admirar tanta belleza.
ResponderEliminarSaludos.
Entonces, cincuentones, mi objetivo está cumplido. Estoy convencido que fueron unas sensaciones en verdad agradables. Gracias por tu comentario, ciudadano.
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