Por José Manuel Beltrán.
Lo que inicialmente
iba a ser un monumento temporal, construido en 1.889 para la Exposición
Universal que se celebraba en París, se ha constituido en uno de los monumentos
más visitados del mundo y símbolo de la Ciudad de la Luz.
Veinte años, tan solo veinte. Ese era, en principio, el
plazo de tiempo que se le pidió a Gustav Eiffel para la durabilidad de su
diseño. Tras dos años, dos meses y cinco días de arduos trabajos la utopía se
convirtió en hazaña tecnológica y arquitectónica. Por suerte, diversos usos
posteriores de la gran torre al ser usada para las primeras transmisiones
radiográficas, como radio militar en 1.903, o ya en 1.925 con frecuencia
pública y posteriormente hasta de televisión, ha hecho perdurar al símbolo de
Francia en el mundo: el Balcón de París.